Grupo Cooperativo Cajamar es la mayor caja rural española y una de las primeras diez entidades financieras de nuestro país, con más de 1.000 oficinas y agencias, 5.200 empleados, cerca de 3,8 millones de clientes y un volumen de negocio que sobrepasa los 97.000 millones de euros. La Comunitat Valenciana supone alrededor del 30% de la actividad de la entidad. Desde mediados de 2023, formar parte del Consejo de Empresas del Máster de Formación Permanente en Responsabilidad y Sostenibilidad Corporativa (RSC) de la Universitat Politècnica de València (UPV).
El Grupo Cajamar está considerado como entidad referente para el sector agroalimentario, al que financia y da soporte en materia de innovación, investigación y transferencia de conocimiento. En 2023, fue premiado por CDP Europe Awards como «entidad financiera referente en sostenibilidad», con la calificación ‘A’, que «reconoce su transparencia corporativa y desempeño en materia de cambio climático, siendo una de las pocas empresas que ha obtenido esta valoración entre más de 15.000″.
Hablamos con Roberto García Torrente, director de Desarrollo Sostenible del Grupo Cajamar.
(Fotografías de Kike Taberner).
Frente al repliegue de otras entidades, Cajamar está apostando por la expansión de su red en España. ¿Qué principios o valores soportan este crecimiento?
Tenemos unas características especiales dentro de las entidades financieras, por ser una caja rural. Dos de los elementos que nos han definido desde el origen son nuestra presencia en el mundo rural y nuestra especialización en el ámbito agroalimentario. Esa especialización va dirigiendo la expansión de Cajamar. Nuestro objetivo es que en todos los territorios donde haya un sector agroalimentario significativo, que es prácticamente toda España, tengamos una cierta presencia. En 2023, se sumaron tres nuevas oficinas, en Teruel, Huesca y Tàrrega (Lleida), y tenemos seis oficinas móviles o itinerantes. No se trata de llevar a cabo una apertura masiva de oficinas, pero sí estar presente. Hay territorios claros de crecimiento, como el Valle del Ebro, Galicia, el Suroeste de España… En la zonas más relevantes para el sector, ya estábamos presentes, como el Mediterráneo. Las tres provincias más importantes para Cajamar son Almería, Murcia y Valencia. Son los tres territorios de origen de la caja. Lo que hoy es Cajamar es resultado de la integración de 33 entidades y gran parte de esas cajas rurales tenían su origen en la Comunitat Valenciana, de ahí el peso que tiene en el total de la actividad del grupo.
¿Qué ha llevado a Cajamar a sumarse al Consejo de Empresas del Máster en RSC de la UPV?
La sostenibilidad está cada vez está más presente en la sociedad. Cada vez hay más preocupación entre la ciudadanía, pero integrarla en el día a día de las empresas no está siendo fácil. Muchas veces, porque no hay profesionales cualificados que sepan qué significa y cómo incorporarla. Además, hay pocos estudios oficiales que profundicen en la gestión de la sostenibilidad como materia de formación de las y los estudiantes. Que la UPV cuente con este Máster como oferta formativa que ayuda a la preparación de esos profesionales es una gran apuesta y consideramos una oportunidad formar parte del grupo de empresas que lo apoyan. Hasta ahora, habíamos colaborado con varias iniciativas en el ámbito universitario, como estudios sobre indicadores de sostenibilidad orientados al sector agroalimentario, a la gobernanza o la puesta en marcha de una Cátedra de Bioeconomía en la Universidad de Almería. Con el Máster en RSC UPV, ampliamos este enfoque con actividades de formación.
El sector financiero ha sido pionero en la introducción de la RSC en España. ¿Qué supone y cómo está integrada en Cajamar?
Hay dos factores que condicionan la preocupación de las empresas por la sostenibilidad: la propia demanda de la sociedad, que la empieza a tener en cuenta en sus decisiones de compra, y la normativa, toda la legislación que se está generando para acelerar el proceso de transformación de los modelos de producción hacia otros más sostenibles. En la Unión Europea, que tiene como objetivo ser el primer territorio del mundo climáticamente neutro, se considera que a través de la actividad de las entidades financieras se puede acelerar el proceso de descarbonización de la economía. ¿Por qué? Porque, en función de las condiciones que imponga la entidad financiera a sus clientes va a favorecer que las inversiones se dirijan a un determinado tipo de proyecto u otro. En 2018, el Banco Central Europeo promovió el primer Plan de Acción de Finanzas Sostenibles. En 2020, se elaboró una guía de expectativas para las entidades financieras. Esa estrategia global es el motivo principal de que las entidades financieras sean de las que más implicadas están en la sostenibilidad. También lo están los sectores más intensivos en carbono, como el gas, el acero, la automoción…, entre otros, que están abordando cambios muy relevantes para su transición.
¿Qué impacto se espera de la integración de la nueva taxonomía europea? ¿Está preparado el sector financiero español?
Todo este proceso de integración de la sostenibilidad en el día a día está siendo muy complejo, por muchos motivos. Primero, porque en muchos casos no encontramos profesionales adecuados para abordar esta transformación. Segundo, porque muchas veces tampoco tenemos claras las metodologías a aplicar y desarrollar. Tercero, porque tampoco hay información clara, indicadores claros, sobre los cuales actuar. Además, hay un aspecto fundamental: que en muchos casos no existen aún tecnologías que nos permitan realizar el cambio de modelo.
El Plan de Finanzas Sostenibles se basa en tres pilares. El primero, es la taxonomía, como base de todo lo demás. Nos dice cuáles son los sectores con más impacto sobre el cambio climático y sobre los que deberíamos actuar para poder frenarlo. Tenemos muy claro los sectores relevantes, pero, ¿cómo podemos transformarlos? Ese proceso estará condicionado a que tengamos las capacidades tecnológicas necesarias para abordar el cambio.
El segundo pilar, es tener información homogénea y comparable. Hasta ahora, los estándares de publicación de información sobre sostenibilidad eran voluntarios y muy costosos de implementar en las empresas, lo que ha hecho que se integre sobre todo en las de mayor tamaño, por necesidades de cara a inversores o al mercado. Ahora, estamos ante un cambio muy importante, con la nueva Directiva sobre información corporativa en materia de sostenibilidad (CSRD) que será obligatoria en 2025 -con información del ejercicio 2024-. En una primera fase, afectará a las empresas más grandes, pero, progresivamente, se irá extendiendo a todo tipo de organizaciones. Cuando ya se aplique y se cumpla con esa normativa, habrá mucha más información disponible. Pero muchas empresas aún no son conscientes y otras muchas no saben cómo van a poder cumplirla. De nuevo, hay una oportunidad para todos los profesionales que se están formando en sostenibilidad: el reporte y divulgación de la información de sostenibilidad de las empresas.
El tercer pilar, son los instrumentos de financiación sostenible. Los productos que vamos a diseñar las entidades financieras para ayudar a las empresas en ese proceso de transición, de descarbonización.
En todos los casos, se está trabajando y avanzando.
(Gabriel García, director del Máster en RSC de la UPV, y Roberto García, d. Desarrollo Sostenible de Cajamar)
Respecto a este último punto, los datos de Spainsif y del Ofiso hablan de crecimientos constantes en inversión y financiación con criterios ESG en los últimos años, pero alertan de un cierto parón en 2022 (ejercicio objeto del último estudio presentado). ¿Cómo valora esta evolución? ¿Cuál es la estrategia de Cajamar en este ámbito?
Es cierto que hace unos meses hubo un cierto parón y se puso en duda si teníamos que seguir con la misma velocidad a la que íbamos y los criterios a aplicar -por ejemplo, con el debate sobre la inclusión o no del gas o la energía nuclear como sostenibles, por las necesidades que teníamos debido a la compleja situación geopolítica-. Surgieron dudas de si teníamos claro o no lo que era sostenible o si influían más las necesidades políticas que los compromisos globales de transición. Pero, pasado ese momento, la sensación es que hay una voluntad general de acelerar el proceso. No solo no frenarlo, sino acerarlo. Si miramos a las emisiones de bonos que realizan las entidades financieras, la demanda de bonos verdes es mucho mayor que la de convencionales. Hay un apetito e interés por parte de los inversores para facilitar esa financiación sostenible. En Cajamar, estamos convencidos de que se va a acelerar.
Ponías, también, el acento en la necesidad de avanzar en tecnologías que permitan o impulsen la transición. ¿Cuál es el balance actual en este sentido?
Una cuestión que me preocupa es que las actuaciones en materia de sostenibilidad en Europa han ido dirigidas más desde el ámbito normativo, pero en este proceso hay una componente tecnológica muy importante. Es necesario tener ese conocimiento técnico de base para abordar la transformación real. En este aspecto, Europa no ha sido suficientemente ambiciosa y me da la sensación de que nos estamos quedando retrasados respecto a lo que se está haciendo en Estados Unidos e, incluso, en China. Por poner un ejemplo, llevamos mucho tiempo hablando del cambio al coche eléctrico y ahora nos encontramos que los chinos son mucho mejores que los europeos, porque han puesto más el acento en esa variable tecnológica. Sería necesario poner más foco y más recursos en este ámbito.
Volviendo al sector financiero, el español ha sido referente en Europa en muchos ámbitos. Desde tu experiencia y perspectiva, ¿qué ocurre con la integración de políticas de sostenibilidad?
Creo que, en materia de sostenibilidad, estamos en la vanguardia a nivel europeo. En España, hay tres grandes entidades financieras y dos de ellas muy internacionalizadas. Sienten la necesidad, por la demanda de los grandes inversores y los grandes clientes, de acompañarles en esa senda hacia la sostenibilidad. Ellas están a la vanguardia. Del resto, hay de todo. Unas se lo toman más en serio y otras están más a la expectativa.
En este contexto, ¿cuáles son los grandes retos y desafíos/oportunidades que afronta Cajamar o en los que está trabajando la organización en materia de gestión y desarrollo sostenible?
Para Cajamar, la sostenibilidad siempre ha sido un tema muy relevante. Ha sido nuestra razón de ser desde nuestros orígenes, porque las cajas rurales nacieron en un medio rural, con pocas posibilidades de desarrollo económico y hemos financiado ciertos sectores para ir mejorando, y no esquilmando, los recursos. Para generar oportunidades y estructuras que mejoren los territorios y la calidad de vida de las personas. Y, en definitiva, en eso es en lo que consiste la sostenibilidad. Antes de que existiese toda la presión normativa actual, nosotros ya habíamos iniciado un camino consistente hacia la sostenibilidad. Por ejemplo, fuimos una de las primeras entidades financieras en medir nuestra huella de carbono, publicándola desde 2014. El primer objetivo era reducirla y ahora es un 80% más baja. Desde 2018, toda la energía que consumimos es de origen renovable y en 2023 iniciamos un nuevo proyecto para producir nuestra propia energía; estamos en el proceso de construcción de las plantas fotovoltaicas necesarias para ello. Desde 2019, compensamos la huella de carbono que no podemos reducir. Sobre todo, con proyectos en Latinoamérica y, en 2023, se lanzó un nuevo proyecto para compensar parte de la huella con proyectos de reforestación en España, que desarrollamos íntegramente. Al final, lo que pretendemos es compensar la huella en los territorios donde la generamos.
Desde el punto de vista social, Cajamar es una cooperativa y, como tal, es una entidad con un componente social es muy importante. En su origen, las cajas rurales se crearon para facilitar financiación a una población que, en muchos casos, estaba excluida de los servicios financieros. Eso que fue el motivo inicial de nuestra razón de ser, lo hemos mantenido hasta ahora. El cooperativismo, y la economía social, en general, es una de las formas de hacer un reparto equitativo de la riqueza. Sigue siendo uno de nuestros objetivos. Además, seguimos estando presentes en muchas zonas rurales donde, en muchos casos, somos la única entidad que queda. Estamos adaptando los servicios (por ejemplo, aperturas no todos los días, servicios móviles,…), pero con vocación de permanencia y servicio.
Pero, sin duda, la actividad de responsabilidad social casi siempre la hemos orientado al ámbito de la investigación agroalimentaria.
¿En qué ámbitos o en qué proyectos se está centrando esta investigación?
Por ese vínculo que siempre hemos tenido con el sector agroalimentario, siempre hemos pensado que la mejor manera de ayudarle en su desarrollo era mediante la generación de conocimiento y la transferencia del mismo. Esta labor tradicionalmente la hemos llevado a cabo a través de dos centros experimentales, ubicados en Paiporta (Valencia) y en Las Palmerillas (Almería). Uno de los principales objetivos ha sido optimizar el uso de los recursos y los insumos. Por ejemplo, el agua; llevamos trabajando 50 años en fórmulas para optimizar y reducir consumos. También en control biológico de plagas llevamos más de 20 años de labor, para reducir de manera considerable el uso de fitosanitarios, desarrollar herramientas para conocer las necesidades de los cultivos en cuanto a riego, fertilización…
Desde hace diez años, un tema muy importante en el que trabajamos es la creación de estructuras de biodiversidad. Conseguir un equilibrio que ayuda a controlar mejor las plagas y enfermedades y mejorar la captura de CO2 por las explotaciones agrarias. Este fomento de la biodiversidad lo hacemos por dos vías distintas: una es la creación de islas o setos de biodiversidad, que consiste en establecer el perímetro de las parcelas con plantas autóctonas que ayudan a que haya depredadores naturales de plagas, y mediante la creación de cubiertas vegetales, sobre todo en cultivos leñosos. Mantener el terreno con vegetación ayuda a que haya más biodiversidad, que se infiltre más agua en el suelo y, en general, a que mejore la sostenibilidad de los cultivos.
Otra línea importante es la bioeconomía o economía circular. Hasta ahora desaprovechábamos partes de la producción agrícola, que podía tener distintos usos. Desde frutos no comercializables en fresco, pero que se pueden transformar, al material vegetal, los restos de cultivos, de las plantas, que mediante su compostaje pueden mejorar la materia orgánica y la vida de los suelos.
Además, trabajamos en la incorporación de las energías renovables, con un modelo de energía distribuida en el territorio, con pequeñas plantas que permitan satisfacer las necesidades de cada explotación o de un grupo de explotaciones.
Contamos, también, con la Plataforma Tierra, enfocada en el reto de la digitalización del sector agroalimentario, y sus equipos de formación y transferencia, estudios y publicaciones y herramientas digitales, y la incubadora y aceleradora de empresas emergentes Cajamar Innova.
Una vez más, destacamos la importancia de la formación a los futuros profesionales. Hay que intentar que los avances, las nuevas tecnologías que se van desarrollando, lleguen al campo, al sector agroalimentario, lo más rápido posible. Para hacer esa labor de transferencia, necesitamos profesionales, tanto en el ámbito agronómico, como en gestión. Todos son importantes.
¿Qué papel tienen las alianzas entre empresas y la cooperación público-privada?
Muchos de los proyectos que desarrollamos no los hacemos solos, sino en colaboración con otras entidades, tanto centros públicos, como universidades, institutos tecnológicos… Se trata de colaboraciones estrechas, que generan sinergias y mejores resultados que si los hiciésemos individualmente.
¿Y la Universidad?
Haría una crítica constructiva. Estamos en una sociedad donde los cambios de todo tipo se producen cada vez de forma más rápida. Cuestiones que ahora son muy relevantes, hace unos años no estaban casi presentes en las agendas de las empresas (accesibilidad, sostenibilidad, inclusión…), pero los cambios en la universidad tienen periodos muy largos y muchas veces van por detrás de los cambios en la sociedad. La universidad tendría que ser mucho más ágil, más dinámica, y quien guiase y dirigiese todo el esfuerzo que tienen que realizar las distintas organizaciones, públicas y privadas, para dar respuesta a los cambios sociales.
Y, desde el punto de vista del consumidor/cliente, ¿existe ya una demanda de productos y servicios sostenibles de entidades financieras?
Como dice nuestro presidente, cada uno de nosotros unas veces actuamos como ciudadanos y otras como consumidores. Como ciudadanos, somos muy exigentes a la hora de demandar productos y servicios sostenibles. Como consumidores, seguimos primando el precio. Y, por desgracia, ahora mismo muchos de los productos más sostenibles son también más caros. Lo cual dificulta que haya un mayor consumo de los mismos. Al final, el impacto que tiene sobre el entorno, sobre el medio ambiente, tiene un coste y hay que cubrirlo. Pero muchas veces me da la sensación de que el consumidor, en el ámbito agroalimentario, no es consciente del esfuerzo que están haciendo los agricultores y las empresas. No se ha tomado suficientemente en serio el cambio hacia la sostenibilidad. Es importante que lo sepa y valore.
¿Afecta negativamente el uso indiscriminado del término «sostenible» en todo tipo de productos y servicios… muchos de los cuales, no lo son?
En parte, sí. Para poder valorar cada uno de nosotros, como consumidores, que cada producto o cada servicio son sostenibles, tendríamos que hacer un máster y poder comprobar cómo hace las cosas las empresas. Hay que confiar y el consumidor confía en que alguien vela porque, cuando una empresa dice que es sostenible, realmente lo es.
(Firma del convenio entre el Grupo Cajamar y el Máster en RSC de la UPV).
En este sentido, Cajamar también trabaja para la mejora de la educación financiera en España. ¿Por qué existen tantos problemas en este ámbito?
En los últimos años, hay un cierto desconocimiento o desinformación sobre el papel de las entidades financieras en la sociedad actual y sobre su actividad y oferta. Se han lanzado mensajes negativos. Pero somos un medio, un instrumento, para que los demás puedan hacer cosas, que muchos proyectos puedan desarrollarse. Tenemos un efecto multiplicador muy importante. Por eso una parte del camino hacia la sostenibilidad se está orientando e impulsando desde las entidades financieras. En Cajamar, tenemos un plan de educación financiera que desarrollamos en colegios, impartido por compañeros de la entidad. Queremos mejorar la educación financiera empezando por los niños y niñas. Es una formación que va a servir para cualquier aspecto de la vida y es importante tenerla cuanto antes.
Qué tendencias cree que van a marcar el futuro en sostenibilidad a corto, medio y largo plazo.
Todos tenemos que actuar, tanto por parte de la oferta como de la demanda. Como consumidores, tenemos que ser mucho más responsables. Hemos entrado en una dinámica de maximizar las compras y a lo mejor tenemos que ir hacia minimizar impactos; adquirir productos más duraderos, producidos de forma respetuosa. Muchas veces nos fijamos en el precio de compra en el momento, pero no en el impacto a largo plazo. La oferta hasta ahora estaba condicionada por la normativa y ciertos grupos de interés, como los inversores, pero si el consumidor también apuesta por productos sostenibles, condicionará la producción.
Para finalizar, sin sostenibilidad no hay…
Sin sostenibilidad no hay futuro. Como humanidad, tenemos que tener siempre retos, que es lo que nos motiva y nos ayuda a sacar lo mejor de nosotros mismos. El gran reto ahora mismo es que cada vez seamos más personas las que vivamos bien sobre el planeta Tierra sin esquilmarlo. La solución no es consumir cada vez más, sino hacer las cosas de otra forma y mejor.